9 de diciembre de 2011

EL SILENCIO NO SIEMPRE ES DE ORO

"El silencio no siempre es de oro", basta un breve recorrido a través de los inicios de la historia de El Salvador para hacer esta afirmación, declaración que nace no precisamente de la versión “oficial” que se da a conocer para beneficio de unos pocos; pues si se dijera todo lo que realmente ocurrió, hace muchos años que éste pueblo fuera realmente libre.

Escribo estas líneas después de tener la oportunidad de analizar durante la clase el documental "500 naciones", y creo que puedo aprovechar este espacio virtual para aplicar dicha información a la realidad salvadoreña; al darme cuenta que realmente nunca dejamos de aprender y cuán ciertas son las palabras: “La verdad os hará libres…”.

Si por cuenta propia buscásemos la verdad, hace mucho tiempo que el país hubiese abierto los ojos y dejado de cantar una falsa libertad para buscar la verdadera. Es admirable el hecho de pensar como nuestros antepasados tenían un alto grado de respeto a la vida y como habían logrado establecer una sociedad de justicia y equidad, donde las tierras eran un bien público y las leyes se aplicaban a todos por igual.

No obstante, nos hacemos llamar una sociedad “civilizada”, como si el término civilización significara matarnos entre nosotros, aplicar las leyes según conveniencia, dejar que los pobres se hagan más pobres, mientras los ricos siguen llenando sus graneros.

No es posible que recordemos la Conquista de El Salvador como un favor de la corona española, cuando en realidad constituyó una invasión a la fuerza, destruir una cultura floreciente y el inevitable retroceso en el proceso evolutivo de un sociedad altamente organizada, luchadora e incluso que sabía actuar más inteligente que sus propios conquistadores.

Muchos consideran ignorantes a nuestros antepasados, simples cazadores y artesanos; pero más ignorante es el que lo dice, pues demuestra lo poco que se ha interesado por estudiar la historia de su propio país. Cómo llamar ignorante a un pueblo que supo no darse por vencido, batirse cuerpo a cuerpo contra aquellos que intentaban someter a hierro a un pueblo que con sangre afirmó su deseo de ser libre.

Bien es cierto que ante el brillo del metal manchado con la sangre de los primeros cuzcatlecos, la conquista era un hecho inevitable; pero no por eso el aguerrido pueblo de la tierra de preseas se quedó de brazos cruzados. Sin embargo, los civilizados de la sociedad actual somos sometidos a través de las falacias más estratégicas de los políticos, y que aún a pesar de ser descubiertas, simplemente bajamos nuestros brazos y cerramos nuestra boca para que puedan continuar aprovechándose, aun más, de la ignorancia del pueblo.

¿Quiénes serán los verdaderos ignorantes? Aquellos que nos dejaron una gesta gloriosa de lucha ante las masacres de sus invasores, aquel Anastasio Aquino que levantó su voz y sus armas en contra de las injusticias de los grandes terratenientes o los civilizados de hoy que aplauden, veneran e idolatran a esos conquistadores y terratenientes que explotaron al pueblo y se disfrazaron de ovejas para luego abrir sus bocas como lobos rapaces listos para devorar sin misericordia a un pueblo.

El silenciar la realidad es una de las mejores armas de sometimiento al pueblo, callar la realidad, disfrazarla y maquillarla lo mejor posible, asegurará el silencio ignorante de las masas. El silencio no siempre es de oro a veces es simple cobardía, cobardía de aquellos que no quieren mostrarnos la verdad por miedo y conveniencia; pero también es cobardía de aquellos que no la queremos conocer porque creemos que “así estamos bien” o por la  ignorante pereza de tomar un libro para dejar de ser objeto de más falacias. Es momento de renunciar a ser unos simples cobardes. 

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